- Que sí, ¿no te acuerdas? ¡Luego el viejo chocho soy yo!
- Ramón, no insistas, no fue así. Recuerdo que era domingo y hacía mucho frío. Tú llevabas la bufanda que te había hecho mi madre.
- ¡Ay María! Lo que quieres es que te lo vuelva a contar…
Hace 40 años que pronuncié las palabras que cambiarían el rumbo de mi vida.
Ibas cogida de mi mano, de la derecha como siempre. Nos reíamos, hablábamos atropelladamente, estábamos muertos de miedo, ilusión y nervios.
¡Era nuestra primera vez!
Habíamos oído hablar mucho de él y se contaban todo tipo de historias. Desde que era un túnel del tiempo o que era capaz de recorrer Madrid en 30 minutos. Pero ahí estábamos, tan lanzados. Y es que estabas tan bonita. Y la media luz te favorecía tanto. Y esa sonrisa. No pude resistirme.
Te abracé, te miré a los ojos y me lancé: “QUIERO PASAR TODA MI VIDA CONTIGO”. Y sonó el pitido de las puertas. Y no sé si fue media hora, una hora, o lleva siendo toda la vida, pero te besé y no volví a dejar de hacerlo ni un solo día de mi vida.